A.D. ALEMÁN
Había girado cinco veces la llave de la puerta. Había lavado y secado mis manos cinco veces con gasas esterilizadas. Tras sentarme en el sofá, y ponerme y quitarme cinco veces las zapatillas, apoyé la pistola sobre mi cabeza.
Estaba demasiado nervioso como para retener las ansias de acariciar cinco veces el cañón contra mi sien.
Sonó el disparo y morí.
Un instante después, en mitad de un ataque de pánico, entendí que me había equivocado. Lo supe cuando me sorprendí a mí mismo contando las veces que llamaba "¡estúpido!" a mi cuerpo inerte. Fueron cinco.
Estaba demasiado nervioso como para retener las ansias de acariciar cinco veces el cañón contra mi sien.
Sonó el disparo y morí.
Un instante después, en mitad de un ataque de pánico, entendí que me había equivocado. Lo supe cuando me sorprendí a mí mismo contando las veces que llamaba "¡estúpido!" a mi cuerpo inerte. Fueron cinco.
0 comentarios:
Publicar un comentario