"El Fantasma de mi madre"

sábado, 18 de enero de 2014

SABERA AHSAN

Mi madre nos había convencido de que los fantasmas existían; en Bangladesh al menos. En el campo todo es más crudo y cercano a la naturaleza. Puedes sentir a los espíritus merodeando al filo del agua. Cuando mi madre fue a vivir al pueblo de mi padre, se dio cuenta de que no podía disfrutar de las mismas libertades que había experimentado en la casa de sus padres. El lago principal, hacia el frontal de su casa, era usado por los hombres del pueblo. El lago designado para las mujeres estaba hacia la parte de atrás de la casa y rodeado por sauces y otras especies vegetales tupidas. De noche, cuando no había nadie alrededor, las mujeres jóvenes del pueblo disfrutaban colándose en el lago de los hombres para bañarse. El lago era más grande, más abierto y por lo general más agradable para el baño. No muy lejos del lago estaba la mezquita local construida por mi bisabuelo para la gente del pueblo.

Mientras mi madre y su cuñada se bañaban en el lago, una noche, vieron a lo lejos una silueta en movimiento. Se escondieron detrás de unos sauces tapándose con sus enaguas. Las dos mujeres se encontraron embobadas por esa increíble, alta y resplandeciente figura que caminaba hacia la puerta de la mezquita. Levantaron el quinqué de la lámpara de aceite en un intento de reconocer al visitante nocturno de la mezquita, pero para su sorpresa, en el momento en que el hombre se aproximaba a la puerta, no la abrió; tampoco caminó como la haría una persona normal. En vez de eso, se deslizó bajo la puerta como una escurridiza hoja de luz. Las dos mujeres se quedaron de piedra ante lo que había visto. Como sus corazones estaban congelados por el miedo, apagaron la llama de la lámpara de aceite la luz seguía brillando de esta figura sobrenatural.


Empezaron a rezar frenéticamente. Al día siguiente contaron a todos, en casa, lo que habían visto. Se decía que pudiera haber sido un Jinn, que es un tipo de entidad que no es ni humano ni ángel. Existe en algún punto entre esos dos mundos. Deambulan por la tierra y el más allá con forma semi humana. A algunos se los considera buenos y a otros diabólicos. Cuando mi madre nos contó esta historia, mis hermanas y yo nos sentimos tan petrificadas que dormimos apretujadas en la misma cama por varios días. Aun así, de todas las historias, esta era nuestra favorita; de una manera u otra nos aterrorizaba a un nivel muy profundo. Pero siempre queríamos nuestra dosis, una y otra vez.

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