"El cementerio de mi padre"

jueves, 30 de enero de 2014

SABERA AHSAN 

Hoy fuimos al cementerio donde yacen los restos de mi padre. Eran las siete y ya estaba oscuro y no había nadie menos Sara, mi madre y yo. Y no se veía nada salvo alguna que otra luz procedente de los coches que pasaban por una calle bastante alejada. El cementerio de los cristianos, al lado, estaba completamente oscuro, verde y gris, totalmente muerto y silencioso, ni un sonido, ni movimiento venia de allí. En cambio, el de los musulmanes estaba locamente vivo, con el viento del temporal y mil sonidos que se oían procedentes de los dulces timbres de carillones o molinos de viento de papel y de cada tumba de mármol, cubiertas en flores de todo tipo que brillaban bajo la enorme luna de navidad.  Allí estábamos las tres, rezando al lado de la tumba de mi padre, "AKM AHSAN-ULLAH, marido, padre, amigo de todos", abrazadas por tanto ruido y vida de los muertos musulmanes, inquietas por el temporal que azotaba Manchester. Cuando acabamos la oración por los muertos, nos dirigimos hacia la puerta del cementerio sorteando las tumbas, la salida no quedaba muy lejos. Sara andaba primero, yo última para proteger a mi madre, que permanecía entre las dos hijas.  De repente, el sari del mi madre comenzó a volar al viento como si tuviera vida propia, como si fuera un fantasma de pura seda. Un arbusto espinoso de una de las tumbas enganchó el vestido de mi madre mientras que, por más que ella más intentaba desenredarlo, más el arbusto se asía a él, no quería dejarla escapar del cementerio. Con ansiedad, saqué la linterna de mi móvil para ver mejor lo que había atrapado a mi madre pero y, como llevaba guantes negros de piel, decidí agarrar con fuerza al sari de mi madre y lo arranqué de un tirón del brazo espinoso que la tenía atrapada. Al final, se liberó de su apresador.... no miramos atrás pero se seguía oyendo el dulce timbre de las decenas de carillones de viento desde la calle cuando, al final, subimos al coche. 

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