Una anécdota

sábado, 9 de mayo de 2015



Tenía prohibido ducharme por la mañana. También después de las 9 de la noche. Así que empecé a actuar. Me levantaba y, silenciosamente, abría mi puerta. Dos pasos más tarde, la del baño. Y cerraba rápidamente como si ya nada pudiera detenerme. Me desnudaba rápido y me metía en la bañera. Me duchaba en 5 minutos, sin exagerar (lo cual antes de hacerlo me parecía impensable), y me secaba muy rápido con la toalla. Silencio. Intentaba escuchar algún sonido que me diera alguna pista de lo que estaba ocurriendo ahí fuera. Nada. Todo en orden. A lo mío. Me peinaba y me ponía espuma (fundamental) y abría la puerta, de nuevo, sin hacer ruido (o el menor posible). Rápidamente a mi habitación. No era fácil que me cruzara con alguien, pero siempre podría haberme encontrado su cara de frente. La verdad es que daba miedo. Una vez en mi territorio me vestía y me ponía un gorro para ocultar la evidencia. Pero, un día ocurrió. Me encontré con ella cuando estaba a punto de salir de casa y me preguntó algo. Yo sonreí, dije que tenía prisa y me fui. ¿Se daría cuenta? ¿Fui capaz de engañarla? Una vez salí por la puerta, un día nuevo empezó, y otra vez cogí el bus, la DLR y el metro. Al menos nadie podría decirme que no hacía todo lo posible por oler bien.

LARA BARRERA

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