"La Ratita Presumida"

domingo, 23 de febrero de 2014

LUIS GELADO

Mala vida esta del pub, incluso para la Ratita Presumida, curtida en mil batallas tras la barra. Con el rabillo del ojo vigila la travesuras de sus clientes, nada nuevo para la Ratita Presumida. Es sólo un trabajo, pero hace tanto, tanto tiempo que no piensa en sí misma, en sus sueños y ambiciones, que el simple hecho de recordar que existen la llena de dicha.
Y allí está ella, con su tocado mil veces retocado hoy frente al espejo, y sus mechas, como si de una azafata de vuelo se tratara, con su anillo de casada testimonial, pues cree que nunca ha sido querida como merece, con sus veintisiete años, unas cuantas más frustraciones y bastantes más riñas familiares, vacaciones no disfrutadas, una separación más aliviadora que dolorosa, grandes dosis de desarraigo y un acento cockey, forjado tras la barra, que, cree, la penaliza a la hora de encontrar a su medio pomelo en sus contadas citas por internet.
Allí está la Ratita Presumida, junto a la caja, ojo avizor para cortar de raíz los desmanes de la clientela ebria, mostrando su mejor sonrisa al paisanaje del pub, consciente de que su fachada dulce no pasa de gesto automático, tan somatizado y repetido que casi amarga cada vez que lo interpreta.
Pero ahí mismo, junto a la caja, yace el formulario que ha dado alas a su imaginación e iluminado sus mañanas en los últimos días.  Aquel “I just wanna become a nurse”, pronunciado tantas veces en su adolescencia que ha vuelto a cobrar sentido. En la televisión, un locutor deportivo grita con entusiasmo “One hundred and eighty”, cada vez que uno de los tiradores de dardos alcanza los tres veintes triples, ajeno a la indiferencia que su entusiasmo fingido despierta en la parroquia de este public house londinense.
No consigue la Ratita Presumida enfocar su mente para deslizar su bolígrafo por las incontables casillas y apartados del maldito formulario lleno de formalismos y preguntas que no vienen a cuento y decide dejarlo aparcado una vez más con la excusa de inmiscuirse en la conversación de algunos de los habituales o para sacar de la máquina una nueva partida de vasos de pinta, despojados de la espuma reseca de los bordes que castigará mañana la lucidez de sus bebedores.
La Ratita Presumida, que me perdone por así referirme a ella, es una roedora apetecible para cualquier varón ebrio e incluso sobrio. Insinúa las curvas de sus caderas con unos jeans ajustados sobre cuya parte superior se desliza una chaqueta de punto de color hueso que la protege del frío de la puerta abierta una y otra vez por esos desalmados que no paran de salir a fumar a la calle. En su nariz, una perla clavada que no siempre le gusta pero que la hizo sentirse diferente cuando decidió sumarse a la moda noventera del piercing y ese maldito formulario que sigue alimentando su esperanza junto a la caja.
Would you have one more paint, Barry?”. Conoce bien su trabajo, su poder sobre la tarima que recorren sus botines negros de medio tacón adornados con tachuelas, responsables del dolor de pies y espalda de cada mañana, cuando limpia en soledad su hediondo y pegajoso lugar de trabajo.
I´ll see tomorrow, Ian”. Un nuevo caído en la tarde noche se retira victorioso para amanecer derrotado, otra sonrisa fingida como despedida, destilando a partes iguales rechazo y compasión.
La hora de cierre se acerca y vuelve a sentirse grande, aún con ese maldito formulario que va a cambiar a su vida siquiera a medio rellenar. Vuelve a reinar tras la barra, nota las miradas de deseo de algunos de sus clientes, erotismo y asco en el mismo vaso, algunos de ellos darían lo que fuera por aliviar sus vidas incompletas y sueños frustrados con un beso o un guiño cómplice, cosas que no sucederán porque la Ratita Presumida volverá a intentar mañana finalizar y enviar ese formulario que la aleje para siempre del olor a cerveza reseca sobre la moqueta, de las arcadas al limpiar el baño no respetado. Puede que no lo consiga, que se arrepienta, que desista, pero la esperanza la mantendrá viva, sonriente, mucho más atractiva y apetecible. Así es ella y ójala que nunca deje de serlo.

1 comentarios:

Serenna dijo...

ME ENCANTA!!! Ese vocabulario, esa forma de expresar!! Eres la caña y me gusta este relato y me encanta y me roduce de todo!! Sencillamente GENIAL!! Gracias Luis

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